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El presidente de China, Xi Jinping. Frederic Legrand - COMEO / Shutterstock

China para los nuevos bárbaros: Francia, Serbia y Hungría

“Ante esto también se espanta mi corazón. Y salta de su lugar”. (Super hoc expavit cor meum et emotum est de loco suo, Job, 37.1).

No hay nada más político que hacerse presente. Todo político que se precie lo sabe. Y por ello, no escatima su presencia allí donde entiende que es necesaria. No es por nada que a ella hace referencia el machacón estribillo de la famosa canción del Che:

“La entrañable transparencia, de tu querida presencia…”.

El estar presente derriba barreras y murallas, aunque a veces los propios políticos se empeñen en levantarlas, incluso en ausencia.

Primera visita a Europa en cinco años

Hacía cinco años que el presidente chino Xi Jinping no pisaba suelo europeo. Cierto es que la pandemia hizo de las suyas, pero también lo es que, desde enero de 2023, China volvió a abrir sus fronteras. Desde entonces había transcurrido casi un año y medio sin que Xi moviera el alfil europeo. Y no se puede olvidar que, tras su tercera y flamante reelección, eligió Rusia el año pasado como primer destino presidencial. Ni tampoco que a él lo visitó en Pekín todo hijo de vecino, como aquel que dice, menos el estaounidense Joe Biden.

En la agenda de este viaje europeo había tres paradas estratégicas: Francia, Serbia y Hungría. Sin duda la más problemática era la francesa, porque últimamente las potencias y sus políticos se han empeñado en levantar todo tipo de barreras y murallas.

Europa digiere mal el desembarco de los coches chinos eléctricos, y acusa a Pekín de competencia desleal, porque subvenciona al sector para que sus fábricas puedan dar salida a los vehículos producidos por el llamado exceso de capacidad de producción del Gran Dragón.

Ambas tácticas son más antiguas que la compota, en la vieja Europa, o en la vieja China. Al final, todos aprendemos de la misma fuente. En este toma y daca, Xi ha relajado las restricciones al comercio de cognac en China, siempre condicionadas a que la Comisión Europea relaje la presión sobre el mencionado sector automovilístico.

El presidente francés Emmanuel Macron y el presidente chino President Xi Jinping durante su anterior visita a Francia en 2018. Frederic Legrand - COMEO / Shutterstock

Escalas en Serbia y Hungría

Aunque las escalas serbia y húngara no fueran problemáticas –Xi ha sido recibido en olor de multitudes y alfombras rojas– han servido igualmente para escenificar en la exacta medida el grado de presencia política que el mandatario chino deseaba.

Aún en suelo francés, el 7 de mayo, en el diario serbio Politika, Xi publicó un editorial en el que rememoraba el vigésimo quinto aniversario del “flagrante” bombardeo por error de la embajada china en Belgrado por tropas de la OTAN. Se tomó el cuidado, además, de mencionar por su nombre a los tres periodistas chinos fallecidos, Shao Yunhuan, Xu Xinghu y su mujer, Zhu Ying, y de decir que no se debía de olvidar lo sucedido. No obstante, en una calculada maniobra, no visitó el memorial de la tragedia, como sí hizo en 2016.

Por lo que respecta a Hungría, también publicó un artículo en el diario Magyar Nemzet, ahondando en la profunda amistad con Hungría, y con el Gobierno de Viktor Orban. Bien es sabido que el premier húngaro es una piedra en el zapato para Von der Leyen y compañía, de manera que China lo cuida todo lo que puede, porque aquel no hace más que darle facilidades arancelarias y burocráticas para que las empresas de vehículos eléctricos chinas se instalen en territorio magiar, y de esa manera quiebren la política restrictiva de la Comisión Europea con respecto a esos productos.

Un marco de tensión

Con relación a las contradicciones entre las políticas de la Comisión y los desmarques de algunos estados miembros, parece claro que a alguien en Bruselas se le está escapando la tortuga. En esta línea, y para más inri, no hay que olvidar que Serbia quiere entrar en la Comunidad, pero ha firmado un acuerdo de libre comercio con China, y que en 2022 este país pasó a ser su mayor inversor.

Aleksandar Vucic ante un atril.
El presidente de Serbia, Aleksandar Vucic. RadulePerisic / Shutterstock

Ambos países, Hungría y Serbia, son también filorusos, en contra del resto de los estados miembros.

La presencia internacional de Xi ha girado en torno a la conmemoración del establecimiento de relaciones entre Francia y Hungría, celebrando el sexagésimo aniversario para las franco-chinas, y el septuagésimo quinto para las chino-húngaras. Pero más allá de las celebraciones, no se puede perder de vista el marco de tensión en el que se engloban, generado por la relación entre China y Estados Unidos.

El romance

Hasta hace poco, el mundo vivía vicariamente del romance entre los dos países. Todo parecía ir bien, con algunas tiranteces por aquí y por allí, típicas de quienes se han dado cuenta de que estaban hechos el uno para el otro pero no preparados para entregarse del todo, no dispuestos a renunciar a ciertas cuotas de poder, a ciertos privilegios de mancebía.

El caso es que los amantes han sido condenados a la indiferencia recíproca, por haber cometido ambos el impúdico crimen de querer ser más que el otro, los mandamases económicos y políticos de la Tierra. Sin mencionar que también han sido condenados a convertirse en águila y dragón, respectivamente. Siempre hay alguna razón para perder el favor de los dioses.

El mito de Hipómenes y Atalanta

Lo mismo les ocurrió a Hipómenes y Atalanta. Fueron condenados, no sólo a convertirse en leones, sino también a sufrir el yugo de la mutua indiferencia, por haber cometido el deshonroso acto de hacer el amor en el templo de Cibeles.

Afrodita, la diosa del amor, ayudó a Hipómenes a conquistar a la hermosa y veloz Atalanta. Pero cegado por la euforia del triunfo y las emociones del corazón –los mismos males que aquejan a los países– olvidó agradecerle su ayuda.

En desquite, Afrodita hizo lo que mejor sabía: incitarlos a la tentación del acto en el mismísimo templo de Cibeles, quien ofendida por la procaz profanación los metamorfoseó en leones, y los unció a su carro. Por eso, en la plaza de Cibeles de Madrid, Hipómenes, el macho, mira para Flandes, y Atalanta, la hembra, para las Américas. Triste e imposible destino, el de la indiferencia. Además, a sabiendas de que tendrán que tirar del mismo carro.

Ni sinofilia ni americanofilia

A duras penas, China y los Estados Unidos, por no hablar del resto de los demás mortales, están sorteando los males derivados de su desentendimiento. Atados al carro del mundo, este está desorientado, porque andan a la gresca, tirando uno para un lado y el otro para el otro, peleándose por ver quién impone sus estándares técnicos, quién construye los chips más pequeños o implanta la tecnología G más avanzada en cuantos países estén dispuestos a adoptarla. Por este motivo Francia habla de su “autonomía estratégica”, un hábil ejercicio retórico galo para mantener un equilibrio entre China y los Estados Unidos, para que no se le acuse de sinofilia o americanofilia.

Si esta parcelación, o fragmentación, del mundo en diferentes estándares era hasta ahora patente, la irrupción de la inteligencia artificial, el nuevo maná por el que todos claman hoy en día, no ha hecho si no hacerla aún más patente. La inteligencia artificial está generando divisiones a nivel global, particularmente evidentes en el ámbito de los semiconductores y los estándares técnicos.


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El desencanto

No son pocos, entre ellos Ian Johnson, los que argumentan que China está cayendo en lo que se conoce como “la trampa del muro de Berlín”, esto es, construyendo muros de seguridad en torno al país y en todas las áreas, para preservarlo, desacoplarlo, desvincularlo, o como se quiera llamar.

No obstante, lo que se atribuye a China es realmente lo que está ocurriendo a nivel global: un amurallamiento espiral generalizado, para mantener a raya a los bárbaros, porque eso es lo que son las continuas y sucesivas restricciones a la exportación de chips avanzados y de tecnología de fabricación de chips por parte del Departamento de Comercio americano; o por la parte China, las medidas de control a las exportaciones de minerales raros, como el galio y el germanio, necesarios para fabricar los codiciados chips, u otro tipo de medidas restrictivas.

El presidente Biden y el presidente chino Xi Jinping se dan la mano.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente chino Xi Jinping en la Cumbre del G20 celebrada en Bali en noviembre de 2022. Casa Blanca

La importancia del avance tecnológico

El pensador John Gray considera que es un error pensar que los marxistas y los neoliberales, con Milton Friedman a la cabeza, pertenecen a sistemas de ideas fundamentalmente antagónicos, por el mero hecho de haber estado en bandos opuestos durante la Guerra Fría. Argumenta que para ambas corrientes lo verdaderamente determinante es el avance tecnológico. Es este el que impulsa el desarrollo económico y da forma a la sociedad.

La política y la cultura –los ingredientes del poder blando– son considerados como fenómenos secundarios, que algunas veces son capaces de retrasar el progreso humano, pero que en último término no pueden prevalecer ante el avance de la tecnología y el crecimiento de la producción.

Los neoliberales han reproducido las características más débiles –continúa Gray– del pensamiento marxista, a saber, el subestimar siempre los movimientos nacionalistas y religiosos y el mantener una visión unidireccional de la historia.

Las trampas conceptuales

Las grandes teorías, los grandes conceptos, los grandes nombres, como capitalismo, marxismo, civilización, son arquitecturas intelectuales, en las que se enmarcan y viven los individuos. No obstante “no son los pueblos los que hacen la historia, sino las personas y las conexiones que crean entre sí”, como afirma la historiadora Josephine Quinn.

En su reciente libro How the world made the West desmonta lo que llama “pensamiento civilizatorio”. La idea de civilización no apareció hasta mediados del siglo XVIII, y solo tomó carta de naturaleza a finales del XIX, en la época de expansión imperialista, sirviendo de marco legitimador colonial. Se colonizaba con derecho, porque se consideraba que la civilización de los países colonizadores era superior a la de los colonizados.

De la misma manera, la conocida marca de “Ruta de la Seda” es una denominación que se acuña en el mismo siglo XIX. Antes, en toda esa extensa región, se vivía, se comerciaba, se pensaba y se creía, pero nadie era consciente de que lo estaba haciendo en dicha ruta. Resucitada la idea, parece ser que Hungría y Serbia sí son conscientes de que son dos paradas de la nueva Ruta de la Seda, y así ejercen como firmes aliados del país del centro.

En el gran teatro del mundo, en el que están en curso la invasión de Ucrania por Rusia, y todo tipo de desmanes en Oriente Medio, por no enumerar los problemas hasta el aburrimiento, Xi y Macron han hablado de trabajar por una tregua olímpica para todos los teatros de guerra.

En su libro Un bárbaro en Asia decía Henri Michaux que “lo que mejor conocen los chinos es el arte de esquivar”. El libro, un hit en su momento, ha envejecido en algunos aspectos. Xi tendrá un diferente punto de vista, pero no se caracteriza por no afrontar lo que considera son sus problemas.

Es crucial para el orden mundial que los mandatarios de las grandes potencias estén conectados, estén conversando, estén presentes, aunque no falten las disensiones, para que hagan pactos de todo orden. Mientras se habla, no se pelea.

Todo apunta a que el carro del mundo está tirado por más bestias de carga de las que aparecen a simple vista, y la política y la cultura, con la religión incluida, aunque no tengan un puesto en el yugo de las bestias del carro, son absolutamente fundamentales. Tan fundamentales que son probablemente ellas las causantes del amurallamiento, bárbaro, espiral y generalizado al que se hacía referencia.

¡Job, o amansamos a las bestias, o haremos algo peor que agotar tu santa paciencia!

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